jueves, 28 de mayo de 2009


La evangelización


La conquista de América despertó en la sociedad española toda suerte de utopías, siempre en la perpectiva de la construcción de un nuevo mundo. Tras los conquistadores hispanos, llegaron los sacerdotes, hombres decididos a convertir en realidad el llamado evangélico a expandir la fe católica por todos los pueblos del mundo conocido.
El primer siglo de dominio español en Chile dejó tras de sí un reguero de violencia y destrucción, una guerra interminable por someter a la población nativa a un modelo imperial e imponer un modo de vida que alteró radicalmente la identidad cultural de los antiguos habitantes del país. La gran rebelión mapuche de 1598, creó una frontera física entre los dos mundos: el valle central hispanizado y una población indígena independiente al sur del río Bío-Bío.
La llegada de la Compañía de Jesús a Chile en 1593, significó una nueva forma de relación entre hispanos y mapuche. Convencidos de que todos los pueblos llevaron consigo la semilla del evangelio, la concepción de misión para los jesuitas consistía en la idea de la salvación de las almas por medio de la acción eficaz de los misioneros, más que en el modelo de aculturación violenta que se había impuesto en los primeros años de la Conquista.
Dentro de la primera generación de jesuitas, destacó el sacerdote Luis de Valdivia. Persuadido de que la fe debía entrar por medio de la conversión voluntaria y no por la vía de las armas, éste cuestionó duramente el servicio personal impuesto a los indígenas como el mayor obstáculo a la penetración del evangelio. Contra las incursiones esclavistas que anualmente realizaron los españoles en territorio mapuche, propuso un sistema de guerra defensiva, acabando con los ataques mutuos y enviando misioneros a la Araucanía. Aunque su propuesta fue desechada en 1626, luego de diez años de puesta en práctica, la defensa jesuita de la población indígena continuó durante todo el siglo XVII. La estrategia de la orden para la evangelización, incluía el aprendizaje de las lenguas indígenas, así como la comprensión de sus costumbres y tradiciones, factor clave para penetrar en su sociedad. Los jesuitas instalaron un sistema de “correrías” o misiones ambulantes, insistiendo en la vía sacramental para asegurar la salvación de la población mapuche. Pero a mediados del siglo XVIII se hicieron cada vez mayores las críticas a los métodos jesuitas, apuntando al hecho de que no lograron una conversión plena de la población indígena.
La evangelización fue otro de los grandes acontecimientos del siglo XVI . Se inició con la llegada del clero regular, de cuyos pasos quedaron huellas en diversas regiones de nuestro país. Los primeros misioneros fueron los franciscanos, luego llegaron los dominicos, los agustinos, los jesuitas y más tarde otras corporaciones llamadas congregaciones menores. La fundación de pueblos y misiones trajo consigo el surgimiento de escuelas, monasterios, parroquias, etc.
La capacidad racional de los indígenas y el derecho para recibir los sacramentos, tener libertad e instrucción fueron reconocidos por la bula Sublimis Deus, expedida en 1537 por el papa Paulo III.
En el siglo XVI se estableció también el clero secular, integrado por obispos, presbíteros o curas, fiscales o alcaldes de doctrina y doctrineros; el primer arzobispo de la Nueva España fue fray Juan de Zumárraga ( 1546 ). Su autoridad superó a la del clero regular.
Entre otras instancias, su injerencia se observa en los tribunales del Santo Oficio. Los primeros representantes de la Inquisición llegaron en 1527. Su labor principal era perseguir y procesar a quienes ponían en peligro a la fe ( judaizantes, musulmanes, infieles y herejes ) y, de acuerdo con la cédula real de 1569, se estableció en las Indias a partir de 1571.
Durante la Colonia y a partir de los reyes católicos, el absolutismo implicó la unidad territorial, política y religiosa en sus dominios. Esta unión debía manifestar el predominio monárquico sobre cualquier institución y, en el caso de la Iglesia, se logró mediante el Real Patronato, es decir, en el reconocimiento o legitimidad que los Papas ( 1493-1508 ) habían concedido al poder temporal de los reyes . El Patronato Real hizo de la Iglesia otra rama del gobierno.